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lunes, 5 de noviembre de 2012

IL POSTINO O LA ARDIENTE PACIENCIA DE LOS RECTOS HOMBRES DE LEYES



Por Amílcar Adolfo Mendoza Luna
 
¡La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la usa!
Ardiente paciencia, Antonio Skármeta
 
 
 
 
 
No sé por qué extraños motivos, durante esa cena con colegas profesores de la universidad, mi ánimo se encontraba especialmente afectado con un amargor más fuerte que el café que dudaba entre mis dedos fríos. Me pareció extraño el entusiasmo de mi colega, profesor de Ética Forense, respecto a su próxima clase: convencer a sus alumnos que no deben pasar “al lado oscuro de la fuerza”. Una frase simpática, “marketera” como dirían los jóvenes de la generación de Wikipedia y tablets.
Lástima que esa noche me encontraba particularmente escéptico. ¿Cómo hablar de ética en el Derecho a los jóvenes de hoy  cuando las grandes utopías han muerto y han sido reemplazadas por la frase “salvese quién pueda”  abreviada (o tal vez mal escrita) en menos de 200 caracteres en twitter?.  ¿Cómo invitar a los jóvenes a no integrarse a la maquinaria de la corrupción del país (o de cualquier país) en medio de una crisis de valores, cuya salida no podemos vislumbrar?.
Era una pregunta difícil de responder, y me temo que demasiado cargada de pesimismo voltaireano. El sueño huidizo me obligó a vagar entre los programas de espectáculo que forman la rutina de millones de televidentes que buscan entretenimiento, como una forma benevolente de llamar a la pérdida de tiempo ante a una pantalla infestada con un vacuo agujero negro.
Tuve suerte, un canal de cable emitía la ópera “Il Postino”, cantada por Plácido Domingo como Pablo Neruda. Tentador y reparador. Tenía que verla. Y obtuve más de lo que preveía.
En honor a la verdad, la ópera le debe menos a la novela “Ardiente Paciencia” de Antonio Skármeta que a la célebre película “Il Postino” (1994) dirigida por Michael Radford, y protagonizada por el inolvidable Massimo Troisi (como el cartero Mario Ruppolo) y Philip Noiret (como Pablo Neruda).
La anécdota de la película y la ópera son idénticas. Pablo Neruda, el poeta amado por las mujeres e infatigable luchador social, es exiliado a una isla en la costa del sur italiano. Mario Ruppolo es contratado como cartero para la celebridad que habita en la isla y entabla una cálida amistad que permitirá a Mario conocer las metáforas y la belleza de la poesía, con las cuales conquistará el corazón de la bella Beatrice Russo. Una historia con final de cuento de hadas si olvidamos los hechos que se desenvuelven alrededor de los personajes. Existe una gran convulsión social en la Italia de mitad del siglo XX, los comunistas son apenas aguantados por las autoridades y la élite local se encuentra envuelta en una contienda electoral que es pletórica en ofrecimientos a los pobladores, como la construcción del sistema de agua potable, que se dejará trunco una vez que las elecciones sean ganadas.
Mario y Beatrice se convierten en  esposos, Pablo Neruda recibe una comunicación desde Chile en la cual se le dice que puede regresar a su país. Los amigos, Don Pablo y Mario, se despiden. Neruda después de un tiempo recogerá sus cosas a través de una carta que enviará cuando el tiempo lo permita.
Los acontecimientos luego de su partida, cobran una espiral ominosa, aumenta la represión a quienes solicitan sus derechos; los comunistas y sus simpatizantes, como Mario, son vistos como sospechosos y el ambiente se vuelve turbio. Pasa un año y el cosmopolita Pablo Neruda no envía siquiera una carta. Parece haber olvidado al pueblito italiano que lo acogió. Dentro de esta ardiente espera de tiempos mejores, Beatrice tiene una noticia que alegrará a Mario: ¡tendrán un hijo!. 
Mario, eterno idealista, piensa llamarlo Pablito en honor del amigo ausente. Cuando le reprochan su homenaje a un amigo ingrato, él no duda en aclarar las cosas. Don Pablo siempre lo trató como un igual, aunque no fuera un poeta y siempre estuviese acosándolo con sus pequeñas cuitas. Don Pablo no podía ser ingrato, cuando no le debía nada y, por el contrario, le dio tanto.
Luego de nacido Pablito, Mario es invitado a declamar un poema en una reunión del sindicato. Trágicamente la policía interviene y lo matan.
Años después Don Pablo se entera de la infausta noticia de labios de su viuda y recibe las últimas composiciones escritas por Mario, y una grabación con las maravillas de su pueblo natal: el sonido de las campanas, del mar, de Pablito en el vientre de su mamá. Mario, es un hombre bueno que volcó su corazón en el frágil recipiente de las palabras y metáforas aladas. La calidez de su mensaje trasciende su muerte y la convierte en poesía que por fin encuentra al amigo poeta, por un tiempo ausente.
La ópera, si es que alguien lo espera así, no recoge esa famosa partitura que permitió acceder al oscar a la película de 1994. No obstante, tiene méritos propios que pretendo de manera breve mencionar aquí. La escenografía aprovechó bien los espacios, en ocasiones hasta en tres niveles, permitiendo fluidez en las acciones y en la alternancia de lugares. Sin duda, que lo mejor aprovechado ha sido la casa de Neruda, que permitió una icónica visita de Mario sobre la bicicleta que tan profundamente ha quedado grabada en el imaginario de la obra. Otra situación muy  bien lograda ha sido el primer encuentro entre la mesera Beatrice y Mario, su juego de fulbito de mesa no solo ha sido un medio lúdico para expresar el primer acercamiento y su enamoramiento, sino que la pelotita del juego se convirtió en un instrumento de seducción sutil pero efectivo. Por último, la trágica escena de la muerte de Mario en la ópera es desgarradora y llega a un nivel de dramatismo que el lirismo de la película de 1994 no permitió.
Aunque parezca estar sobrando por obviedad, son muchos los encomios que merecen los artistas que han llevado a cabo la obra. Plácido Domingo compone un Pablo Neruda muy humano y cálido, marcando distancias con el hierático Philip Noiret de la película. A su turno, el personaje de Mario cayó en la notable voz de Charles Castronovo que con simpatía logra por momentos, revivir al buen Massimo Troisi.
¿Por qué opinar sobre una obra que trata sobre gente sencilla, con vidas sencillas, que enfrentan un ambiente político y social hostil matizado por la presencia de un poeta que les recuerda la belleza de las palabras? Tal vez, no parezca muy claro, hasta que recordamos que los abogados vivimos de las palabras. No son las gélidas fórmulas de la Norma Jurídica esclava del positivismo mezquinamente entendido como mera repetición de un texto ciego a las necesidades de su tiempo. Nosotros los abogados no somos cocineros que mecánicamente agregamos una pizca de tal o cual supuesto para llegar a una consecuencia. La belleza de nuestra actividad o si se quiere decirlo, la poesía de nuestra actividad, consiste en el arte de la interpretación, tal como un poeta cree firmemente en el arte de sus metáforas.
Cuando mi escepticismo prevaleció esa noche, había olvidado la belleza de la profesión de abogado y el entusiasmo con que tantos profesores invirtieron su tiempo escaso para que los estudiantes, como lo fui yo hace buen tiempo, pudieran seguir la gran tradición de los herederos del Emperador Justiniano.
La rutina del día, la rigidez de los documentos legales y la urgencia de los clientes muchas veces nos priva de apreciar las pequeñas contribuciones que hacemos a nuestra profesión desde nuestras pequeñas trincheras de artistas del Derecho.
Luego de ver la ópera Il Postino, y recordar la película que fue el canto del cisne para el gran Massimo Troisi, creo haber encontrado la respuesta que me torturaba. En un mundo donde los ideales parecen marchitos y los abogados son “operadores del derecho”, la mejor forma de convencer a las generaciones que recogerán el testigo en esta larga carrera hacia la justicia, es recordando que el Derecho es el arte de la interpretación y que no está alejado de los afanes de su tiempo, ni está castrado de su objetivo de crear justicia aunque haya quienes, alegando una supuesta pureza teórica de una impermeable “ciencia”, nieguen toda posibilidad de reencontrar la poesía y la búsqueda de la belleza por parte de los hombres que se dedican al derecho.
¿Y cómo podrían los hombres del derecho buscar esa belleza? De muchas maneras, entre ellas, con el ejemplo de una conducta honesta, con jueces ejemplares que sean faros dentro de la tempestad (como lo fue Baltazar Garzón, los que intervinieron en la operación “Manos Limpias” en Italia, o los que procesaron judicialmente a Alberto Fujimori, ex presidente del Perú). Incluso, los profesores de Derecho también podemos ser parte de esta búsqueda, alentando a los alumnos, tal como nuestros maestros lo hicieron con nosotros, y dictando clases con entusiasmo tal que nos permita ver crecer el interés por el derecho a nuestro auditorio. No es poca cosa. Pero se necesita mucha poesía para lograrlo. Afortunadamente, Don Pablo y Mario, estuvieron presentes para hacerme recordar cómo se hacen metáforas.
 
Ficha Técnica de la Ópera
Estreno Mundial 23 de septiembre de 2010. Dorothy Chandler Pavilion, Los Ángeles. Coro y orquesta del Teatro de la ópera de Los Ángeles
Dirección: Grant Gershon
Pablo Neruda                  Plácido Domingo (tenor)
Mario Ruoppolo             Charles Castronovo (tenor)
Beatrice Russo                Amanda Squitieri (soprano)
Matilde Neruda              Cristina Gallardo-Domas (soprano)
Y otros artistas
 
FUENTES:
Opera “Il Postino” (2010) escrita por Daniel Catán
Película “Il Postino” (1994)
“Ardiente paciencia” de Antonio Skármeta. Barcelona: Debolsillo. Sexta Edición, Julio 2011. 139 p.
 
Lima, 24 de setiembre de 2012


2 comentarios:

  1. Me gustó mucho este texto. Lo disfruté... Cosa rara teniendo en cuenta; con mucho respeto, que fue escrito por un abogado.

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  2. Gracias, en mi defensa creo que tengo más de cualquier cosa que de abogado. ¡Qué bueno que lo disfrutaste!

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